El senador morenista, Gerardo Fernández Noroña, concluyó su cargo como presidente de la mesa directiva de la Cámara Alta de la peor manera, envuelto en el escándalo público.
En primer lugar, salió a la luz pública que el legislador no cumple con los principios básicos de su propio partido, que deberían hacerlo vivir en una honrosa medianía.
En lugar de ello y de hacer caso del principio de austeridad republicana de morena, Noroña vive en el lujo y procurando su bien personal antes que el de los demás.
El senador, cuenta con bienes que lo ubican en los sectores privilegiados de la sociedad, con una casa en Tepotztlán, Morelos, que por lo menos vale 12 millones de pesos.
Además, desde años atrás y no solo desde que fue presidente del Senado, ya tenía vehículos BMW y de otras marcas, más los que ha adquirido con su cargo actual.
El propio Noroña ha caído en el cinismo más vulgar, al gritar a los cuatro vientos cuando se le cuestiona sobre sus propiedades, que «no está obligado a la austeridad».
Y por si fuera poco, manteniéndose en el estilo visceral y rijoso que le caracterizan desde toda la vida, provocó un altercado con el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno.
Noroña niega haber empezado la agresión, pero las evidencias de los vídeos que se subieron a redes sociales lo desmienten.
Él fue quien propinó un empujón al priísta, lo que desató la furia de Alto, quien perdió la cabeza, cayó en la provocación y se dejó arrastrar a un bochornoso hecho que muy pronto le dio la vuelta al país.
Así las cosas, Noroña no entiende, sus oídos parecen estar hechos de piedra, pero está claro que es un político áspero, fantoche y violento.
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